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ArribaAbajo- CXXIV -


Al 25 de mayo de 1822


Oda patriótica405


   Salud, astro del día refulgente,
sol de Mayo, salud; la patria mía,
alborozada en el augusto día
que la miró naciente,
jamás tan placentera  5
esperó tu venir, tu faz dichosa,
que siempre glorias y placer le diera,
y laurel a su sien, y mirto y rosa.

   Hoy a la gruta do lloró sus penas
la enorme losa del olvido cierra;  10
-pág. 446-
y pesadas cadenas
echó por siempre a la execrable guerra,
—567→
y cerró el templo Jano,
y fue feliz el suelo americano.

   Sobrados días permitió el destino,  15
que el león sangriento de la cruda España
ejercitase su terrible saña
contra el fiel argentino.
Sus hórridos rugidos
solo muertes y sangre repartían,  20
y a par de los lamentos y gemidos,
por todas partes con horror se oían.

   Alegre entre las lides y matanzas,
cuanto más impotente, más furioso,
en teatro de venganzas  25
hizo tornar el suelo delicioso
que bendijo natura
y destinó del hombre a la cultura.

   Espuria raza del linaje humano,
ministros dignos de su atroz fiereza,  30
a quienes detestó naturaleza,
esclavos de un tirano,
los bárbaros iberos
se anegaban en sangre americana,
en sangre suya se gozaban fieros,  35
y aún no saciaban a su furia insana.

   Sembrando lutos, amargura, y duelo,
terrible ejemplo daban a la tierra;
-pág. 447-
y los maldijo el cielo;
siempre crueles a la infanda guerra  40
marchaban a porfía,
mas por doquier la infamia los seguía.
—568→

   Infamia y deshonor, baldón y afrenta
al sanguinario bruto de Castilla,
que aun sus laureles mismos amacilla  45
con su rabia cruenta...
¡Ah! no, nunca laureles
ciñan la sien del bárbaro homicida,
que contra el libre vomitara hieles
y solo horrores y matanza pida.  50
Baldón, no más; con brío denodado
jamás el campo del honor mirolo,
antes vil, infamado
siempre el clarín patriótico aterrolo;
mas su furia aumentaba  55
y en el inerme y débil se cebaba.

   Doquiera que pisaba deshumano
iba del suelo la beldad ajando,
el rico campo escuálido tornando
con sacrílega mano.  60
Allí los labradores
su mies florida y su feliz cabaña
vieron servir de pasto a sus furores
y de incentivo a su feroce saña.

   Allí perece el niño, y respetable,  65
dobla el anciano su rugosa frente;
-pág. 448-
mas acá un espantable
sonido se oye... ¡Despiadada gente!
Entre llama y ceniza
un pueblo sin delitos agoniza.  70

   ¿Y Jove mira tan inicuos hechos,
y el rayo tiene vengador del crimen?
—569→
No, que en el polvo confundidos gimen,
traspasados los pechos.
Del duro despotismo  75
los ministros feroces perecieron,
y al monstruo horrible en el profundo abismo
para no más salir lo sumergieron.

   El rechinante carro de la guerra,
que condujera a la implacable muerte,  80
abandonó la tierra,
y en triunfo viose el argentino fuerte
y rayó el feliz día,
en que gozase paz la patria mía.

   ¡La paz y libertad, loado el cielo!  85
Buenos Aires augusta, al fin triunfaste,
al fin la guerra impía abandonaste,
y la amargura y duelo
venció tu patriotismo:
la Fama llevará con alta gloria  90
más allá de los mares tu heroísmo,
más allá de los siglos tu memoria.

   Tus hijos ya felices se posaron
en la tranquilidad y calma leda,
-pág. 449-
y a tu deidad alzaron  95
un templo firme que ni al tiempo ceda.
Y adonde las naciones
den respetuoso incienso a tus pendones.

FRANCISCO PICO



  —570→  

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ArribaAbajo- CXXV -


Al reconocimiento de la independencia de la América del Sud por la del Norte


ODA406   407

   ¡Salve, patria feliz! A las regiones
que antigua libertad os predicaron
tu nuevo sol se ofrece esplendoroso,
cual aparece en la blanqueada cima
de los terribles Andes derramando  5
su luz el padre antiguo de los hombres.
El águila lo sigue atravesando
de Norte a Mediodía los espacios,
-pág. 450-
y en su vuelo feliz y majestuoso
la marcha traza del planeta altivo.  10
—571→
La America en su trono de oro y plata
alza los ojos, ¡ay!, los dulces ojos
que aún no enjugó de sus pasados males...
Y al mundo antiguo a contemplar se atreve.
Aquí sus tronos, y el dosel sangriento  15
de alfombra al capitolio, y la Justicia
el santuario ocupando, do el profano
eruptó tantas veces poderoso
el ponzoñoso incienso, y su soberbia.
Libertad... Libertad... suenan los valles  20
que el tambor estremece... El fragor ronco
de los montes y ríos lo repite;
y el ceño augusto de la madre Temis
desde el solio do el genio la elevara
sonríe blando contemplando al hombre  25
¡Libres del Sud! ¡Qué gloria! ¿Adónde ha huido
el león soberbio cuya fuerte garra
de un lado del oceano lanzó al otro
y se cebó en tres siglos devorando
la America inocente? ¿do la espada  30
que en el nublado negro de la sangre
brilló la Iberia para darnos leyes?
¡No más llanto infeliz! ¡Patria adorada!,
las almas de tus héroes inmortales
hoy influyen al mundo acompañadas  35
de las de Roma y Grecia. El eco ilustre
de sus hazañas tu renombre han dado
y su sangre gloriosa ha sido el precio
-pág. 451-
de tu felicidad excelsa y suma.
Bonaria y Lima y Chile y las comarcas  40
del poderoso México saludan
a un mismo sol que esclavos no conoce,
y la historia... La historia cambió anales,
—572→
y no los nombres del famoso Eneas
ni de Catón altiva alza su trompa;  45
cada siglo es la fama. Hoy Washington,
San Martín y Bolívar nuevo templo
en el Olimpo alzaron a su gloria.
Buenos Aires se eleva a la alta cumbre
de genios y virtudes sostenido,  50
y nuevo rol publica a las regiones
que de la libertad mostró la senda.
¡Fuerza de los destinos! ¡quién pretende
tu impulso resistir! ¡quién el secreto
tiene de hacer que el hombre retrograde  55
desde su perfección a su bajeza!
¡Pueblos del Sud!, benditos los afanes
precio de tanto bien: Somos ya libres
Jove lo dijo; el mundo repitiolo
el llanto de dolor sea de alegría,  60
y alzando nuestros ojos al Olimpo
donde está nuestra suerte delineada
veamos nosotros, vean nuestros hijos
al águila y al sol marchar felices.

JUAN CRISÓSTOMO LAFINUR



  —573→     -pág. 452-  

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ArribaAbajo- CXXVI -


Relación que hace el gaucho Ramón Contreras a Jacinto Chano, de todo lo que vio en las fiestas mayas en Buenos Aires, en el año 1822408


CHANO

   ¡Conque, mi amigo Contreras,
qué hace en el ruano gordazo!,
pues desde antes de marcar
no lo veo por el Pago.
—574→

CONTRERAS

Tiempo hace que le ofrecí  5
el venir a visitarlo,
y lo que se ofrece es deuda:
¡pucha! pero está lejazos.
Mire que ya el mancarrón
se me venía aplastando.  10
¿Y usted no fue a la ciudad
a ver las fiestas este año?

CHANO

¡No me lo recuerde, amigo!
Si supiera, ¡voto al diablo!,
lo que me pasa, ¡por Cristo!  15
-pág. 453-
Se apareció el veinticuatro
Sayavedra el domador
a comprarme unos caballos:
le pedí a dieciocho reales,
le pareció de su agrado,  20
y ya no se habló palabra,
y ya el ajuste cerramos,
—575→
por señas, que el trato se hizo
con caña y con mate amargo.
Caliéntase Sayavedra,  25
y con el aguardientazo
se echó atrás de su palabra,
y deshacer quiso el trato.
Me dio tal coraje, amigo,
que me aseguré de un palo,  30
y en cuanto lo descuidé,
sin que pudiera estorbarlo
le acudí con cosa fresca:
sintió el golpe, se hizo gato,
se enderezó, y ya se vino  35
el alfajor relumbrando;
yo quise meterle el poncho,
pero, amigo, quiso el diablo
trompezase en una taba,
y lueguito mi contrario  40
se me durmió en una pierna
que me dejó coloreando.
En esto llegó la gente
del puesto, y nos apartaron.
—576→
Se fue y me quedé caliente  45
-pág. 454-
sintiendo, no tanto el tajo
como el haberme impedido
ver las funciones de Mayo:
de ese día por el cual
me arrimaron un balazo,  50
y pelearé hasta que quede
en el suelo hecho miñangos.
Si usted estuvo, Contreras,
cuénteme lo que ha pasado.

CONTRERAS

¡Ah, fiestas lindas, amigo!  55
No he visto en los otros años
funciones más mandadoras,
y mire que no lo engaño.
El veinticuatro a la noche
como es costumbre empezaron.  60
Yo vi unas grandes columnas409
en coronas rematando
—577→
y ramos llenos de flores
puestos a modo de lazos.
Las luces como aguacero  65
colgadas entre los arcos,
el cabildo, la pirami410,
la recova y otros lados,
y luego la versería,
¡ah, cosa linda!, un paisano  70
me los estuvo leyendo;
pero ¡ah, poeta cristiano,
que décimas y que trobos!
Y todo siempre tirando
-pág. 455-
a favor de nuestro aquél411.  75
Luego había en un tablado
musiquería con fuerza
y bailando unos muchachos
con arcos y muy compuestos,
vestidos de azul y blanco,  80
y al acabar, el más chico,
una relación echando
me dejó medio... quién sabe,
¡ah, muchachito liviano,
por Cristo que le habló lindo  85
al veinticinco de Mayo!
Después siguieron los fuegos,
y cierto que me quemaron
—578→
porque me puse cerquita,
y de golpe me largaron  90
unas cuantas escupidas
que el poncho me lo cribaron.
A las ocho, de tropel,
para la Merced tiraron
las gentes a las comedias;  95
yo estaba medio cansado
y enderecé a lo de Roque.
Dormí, y al cantar los gallos
ya me vestí; calenté agua,
estuve cimarroneando;  100
y luego para la plaza
cogí y me vine despacio:
llegué ¡bien haiga el humor!
llenitos todos los bancos
-pág. 456-
de pura mujerería,  105
y no amigo cualquier trapo,
sino mozas como azúcar.
Hombres, eso era un milagro;
y al punto en varias tropillas
se vinieron acercando  110
los escueleros mayores,
cada uno con sus muchachos,
con banderas de la patria
ocupando un trecho largo.
Llegaron a la pirami  115
y al dir el sol coloreando
y asomando una puntita...
bracatán, los cañonazos,
la gritería, el tropel,
música por todos lados,  120
banderas, danzas, funciones,
—579→
los escuelistas cantando,
y después salió uno solo
que tendría doce años,
nos echó una relación...  125
¡Cosa linda, amigo Chano!
Mire que a muchos patriotas
las lágrimas les saltaron.
Más tarde, la soldadesca
a la plaza fue dentrando  130
y desde el fuerte a la iglesia412
todo ese tiro ocupando.
Salió el gobierno a las once413
con escolta de a caballo,
-pág. 457-
con jefes y comendantes  135
y otros muchos convidados,
doctores, escribinistas,
las justicias a otro lado;
detrás, la oficialería
los latones culebreando.  140
La soldadesca hizo cancha
y todos fueron pasando
hasta llegar a la iglesia.
Yo estaba medio delgado
y enderecé a un bodegón,  145
comí con Antonio el manco,
y a la tarde me dijeron
—580→
que había sortija en el Bajo;
me fui de un hilo al paraje,
y cierto, no me engañaron414.  150
En medio de la Alameda
había un arco muy pintado
con colores de la patria.
Gente, amigo, como pasto.
Y una mozada lucida  155
en caballos aperados
con pretales y coscojas,
pero pingos tan livianos
que a la más chica pregunta
no los sujetaba el diablo.  160
Uno por uno rompía
tendido como lagarto,
y... zas... ya ensartó... ya no...
¡oiganlé, que pegó en falso!
-pág. 458-
¡Qué risa, y qué boracear!  165
Hasta que un mocito amargo
le aflojó todo al rocín
y, ¡bien haiga el ojo claro!,
se vino al humo, llegó
y la sortija ensartando  170
le dio una sentada al pingo
y todos ¡Viva! gritaron.
—581→


Vine a la plaza: las danzas
seguían en el tablado;
y vi subir a un inglés  175
en un palo jabonado
tan alto como un ombú,
y allá en la punta colgando
una chuspa con pesetas,
una muestra y otros varios  180
premios para el que llegase.
El inglés era baqueano:
se le prendió al palo viejo,
y moviendo pies y manos
al galope llegó arriba,  185
y al grito ya le echó mano
a la chuspa y se largó
de un pataplús hasta abajo.
De allí a otro rato volvió
y se trepó en otro palo  190
y también sacó una muestra,
¡bien haiga el bisteque diablo!
Después se treparon otros
-pág. 459-
y algunos también llegaron.
Pero lo que me dio risa  195
fueron, amigo, otros palos
que había con unas guascas
para montar los muchachos,
por nombre rompe-cabezas;
y en frente, en el otro lado,  200
un premio para el que fuese
hecho rana hasta toparlo;
pero era tan belicoso
aquel potro, amigo Chano,
que muchacho que montaba  205
—582→
contra el suelo, y ya trepando
estaba otro, y zas al suelo;
hasta que vino un muchacho
y, sin respirar siquiera,
se fue el pobre resbalando  210
por la guasca, llegó al fin
y sacó el premio acordado.
Pusieron luego un pañuelo
y me tenté, ¡mire el diablo!;
con poncho y todo trepé  215
y en cuanto me lo largaron
al infierno me tiró,
y sin poder remediarlo
(perdonando el mal estilo)
me pegué tan gran culazo  220
que si allí tengo narices
quedo para siempre ñato.
Luego encendieron las velas
-pág. 460-
y los bailes continuaron,
la cuetería y los fuegos.  225
Después, todos se marcharon
otra vez a las comedias.
Yo quise verlas un rato
y me metí en el montón,
y tanto me rempujaron  230
que me encontré en un galpón,
todo muy iluminado,
con casitas de madera
y en el medio muchos bancos.
No salían las comedias  235
y yo ya estaba sudando,
cuando, amigo, de repente
árdese un maldito vaso
—583→
que tenía luces dentro
y la llama subió tanto  240
que pegó fuego en el techo;
alborotose el cotarro,
y yo, que estaba cerquita
de la puerta, pegué un salto
y ya no quise volver.  245
Después me anduve paseando
por los cuarteles, que había
también muy bonitos arcos
y versos que daba miedo.


Llegó el veintiséis de Mayo  250
y siguieron las funciones
como habían empezado.
-pág. 461-
El veintisiete, lo mismo;
un gentío temerario
vino a la plaza: las danzas,  255
los hombres subiendo al palo,
a porfía los muchachos.
Luego con muchas banderas
otros niños se acercaron
con una imagen muy linda  260
y un tamborcito tocando.
Pregunté qué virgen era,
la Fama, me contestaron;
al tablado la subieron
y allí estuvieron un rato,  265
a donde uno de los niños
los estuvo proclamando
a todos sus compañeros.
¡Ah, pico de oro! Era un pasmo
—584→
ver al muchacho caliente,  270
y más patriota que el diablo.
Después hubo volantines,
y un inglés todo pintado,
en un caballo al galope
iba dando muchos saltos.  275
Entretanto, la sortija
la jugaban en el Bajo.
Por la plaza de Lorea,
otros también me contaron
que había habido toros lindos.  280
Yo estaba ya tan cansado
-pág. 462-
que así que dieron las ocho
corté para lo de Alfaro,
donde estaban los amigos
en beberaje y fandango:  285
eché un cielito en batalla,
y me resbalé hasta un cuarto
donde encontré a unos calandrias
calientes jugando al paro.
Yo llevaba unos realitos,  290
y así que echaron el cuatro
se los planté, perdí en boca,
y sin medio me dejaron.
En esto un catre viché,
y me le fui acomodando,  295
me tapé con este poncho
y allí me quedé roncando.
   Esto es, amigo del alma,
lo que he visto y ha pasado.
—585→

CHANO

Ni oirlo quisiera, amigo,  300
como ha de ser, padezcamos
a bien que el año que viene,
si vivo iré a acompañarlo,
y la correremos juntos.


Contreras lió su recado  305
y estuvo allí todo un día;
y al otro, ensilló su ruano,
y se volvió a su querencia
despidiéndose de Chano.

BARTOLOMÉ HIDALGO



  —586→     -pág. 463-  


ArribaAbajo- CXXVII -


Miscelánea415   416. La barca de Simón


   Tuvo Simón una barca
no más que de pescador,
y no más que como barca
a sus hijos la dejó.
—587→
Pero ellos tanto pescaron  5
e hicieron tanto doblón,
que no tuvieron a menos
el mandar barca mayor.
La barca pasó a jabeque,
luego a fragata subió,  10
llegó a navío de guerra,
y asustó con su cañón.
Mas ya viejo y roto el casco
de tormentas que sufrió,
—588→
se va pudriendo en el puerto:  15
¡lo que va de ayer a hoy!
Mil veces lo han carenado
y al cabo será mejor
deshacerlo y contentarse
con la barca de Simón.  20

UN SOLDADO DE MARINA

TOMÁS DE IRIARTE



  —589→     -pág. 464-  


ArribaAbajo- CXXVIII -


Canción417   418



CORO

   ¡Buenos Aires!, tu gloria elevemos
en festivos cantares al cielo,
y de ocaso a la aurora en el suelo
Buenos Aires se escuche sonar.

1 En la orilla del Río Argentino  5
Libertad levantó sus altares,
y los libres del mundo a millares,
agolpados se ven acudir.
Incesante el incienso a los astros
entre voces de júbilo sube,  10
escuchando la diosa en la nube
libertad, libertad, repetir.
—590→


CORO


2 Sobre olvido de oprobio pasado
Buenos Aires su nombre levanta,
y la Fama la admira y la canta  15
por do Febo derrama su luz.
Que los días de luto volaron
de funesta y horrible memoria,
en que timbres, honores y gloria
se envolvieron en negro capuz.  20


CORO

-pág. 465-

3 Desplegando sus alas el genio,
que a los libres del mundo preside,
por el mar, que la tierra divide,
atraviesa con curso veloz;
y repite en el otro hemisferio,  25
que ni siente pesar sus cadenas:
«Buenos Aires empaña de Atenas
el remoto inmortal esplendor».


CORO


4 «Encontraron las leyes su abrigo,
encontró la Justicia su templo:  30
Buenos Aires presenta el ejemplo
que la tierra debiera imitar.
Ha bajado buscando su asilo,
de los cielos Astrea divina,
y en la playa feliz argentina  35
se miró con placer adorar».


CORO


5 Esta voz en contorno retumba
—591→
del ibérico bárbaro trono,
y sus garras en hórrido encono
el león contra sí convirtió.  40
Y erizada la sórdida greña,
y brotando la llama en sus ojos,
un rugido mostró los enojos
de que el libre del Sud se burló.


CORO


6 Pero España también restituye  45
el imperio sagrado de las leyes,
-pág. 466-
y el poder absoluto en los reyes
se avergüenza por fin de sufrir.
A sus hijos, que en sangre tiñeron
otra vez nuestro suelo inocente,  50
nuestros ojos verán derrepente
al abrazo de paz acudir.


CORO


7 Entretanto a las otras naciones
el honor de la nuestra arrebata,
y a los hijos del Río de Plata  55
ya saludan en dulce amistad.
Y sus naves, surcando las olas
del abismo salado y profundo,
abandonan las playas de un mundo
por buscar en el otro igualdad.  60


CORO


8Buenos Aires es patria de libres,
y tal gloria le dieron sus hechos:
de los hombres, que tienen derechos,
—592→
Buenos Aires es patria común.
Que los rotos pedazos de hierro  65
de la antigua española cadena,
nuestro río revuelve en su arena,
irritando sus olas aún.


CORO


9Nuestro sol nos saluda festivo
al mostrarnos la faz en oriente,  70
y al hundir en ocaso la frente
se despide festivo también
-pág. 467-
y la patria se goza en sus hijos;
bendiciendo a los niños que crecen,
que, fervientes, su voto le ofrecen,  75
y que siempre serán su sostén.


CORO

4

JUAN CRUZ VARELA



  —593→  


ArribaAbajo- CXXIX -


La preocupación419


   ¡Oh, preocupación!, tu nombre solo
es una plaga a la afligida tierra,
más terrible mil veces,
y más asoladora que la guerra.
La impostura es tu madre: nuevas creces  5
la sencillez te da, y en el instante
el poder te fomenta,
y sus aspiraciones alimenta.
En todo tiempo tu ominosa sombra,
bajo distinto velo,  10
ha cubierto de crímenes el suelo,
y tú les diste de virtud, el nombre.
En todo tiempo el hombre
supersticioso, débil, engañado,
—594→
oráculos falaces ha escuchado  15
que la mentira por verdad vendieron,
y en su interés al mundo le dijeron:
oye, cree, y enmudece;
el cielo te lo manda y obedece.

   Ciego, ciego el mortal obedecía:  20
y contra el mismo corazón luchando,
-pág. 468-
y contra su conciencia batallando,
corazón y conciencia sujetaba
a la voz que le hablaba
en nombre de los cielos,  25
y en nombre de los cielos le mentía.

   Viérase entonces, al rayar el día,
engañado el egipcio,
postrarse con sacrílego respeto
ante el primer objeto  30
—595→
que presentó a su paso
la fatalidad ciega del acaso.
Viérasele después correr al Nilo
con afán presuroso,
y al feroz cocodrilo  35
tributarle humildoso
la adoración debida
al ser que diera al universo vida.

   Viérase como en Áulida Ifigenia,
al mandato de Calcas,  40
fue del beso materno arrebatada,
y en aras homicidas
con horrenda piedad sacrificada,
consintiéndolo Atridas;
y el ejército iluso, y tantos reyes,  45
al sacerdote infame obedeciendo,
y el fuego de las aras encendiendo,
se imaginaban dioses
como Calcas tiranos y feroces.
-pág. 469-
¡Oh, preocupación, siempre funesta!  50
Pero funesta más, cuando en el cielo
apoyas los errores
que al miserable suelo
con sombra de piedad cubren de horrores.
¡Religión!, ¡religión!, tu nombre santo  55
doquiera se profana;
y en vano la deidad manifestarse
bondadosa ha querido
a la menguada inteligencia humana.
Los mismos que escucharla han pretendido,  60
—596→
entre tiniebla densa
y entre negra impostura
han logrado ocultar su lumbre pura.

   La religión es hoy el instrumento,
como siempre lo ha sido,  65
de la astucia, la intriga; y confundido
el resplandor de la verdad divina,
todo el orbe camina
en ciega oscuridad, lo mismo ahora
que en los siglos de atrás; y el pueblo ignora  70
lo que saber debiera
si, al gritar ¡Religión!, no se mintiera.

   Hay impostores, que a los pueblos llevan
por la senda torcida
que se abrió el interés de los llamados  75
intérpretes del cielo;
y, por siempre ocupados
en condensar el velo
-pág. 470-
de la superstición y la ignorancia,
nos engañan con pérfida arrogancia.  80

   Tal vez no en vano por el ancho mundo,
del Sud al Septentrión, y del Oriente
hasta el remoto ocaso,
el aire hiende, y por el mar profundo
atraviesa una voz, en dulces tonos  85
gritando ¡Libertad! y estremeciendo
desde el cimiento los soberbios tronos.
Al trozarse doquier los eslabones
del crudo despotismo,
se trozará tal vez esa cadena  90
—597→
con que ató a la razón el fanatismo.
Éste teme la luz, que ya se acerca;
y, al sentirla llegar los impostores,
entre el temor horrible que los cerca
redoblan sus engaños y furores.  95
¡Pueblos!, no los oigáis. El cielo mismo
no los oyó jamás. Ellos violaron
de la razón los fueros,
al cielo y a los hombres insultaron,
y su interés es siempre embruteceros.  100

JUAN CRUZ VARELA



  —598→     -pág. 471-  


ArribaAbajo- CXXX -


Miscelánea420


   Un Fraile, de los que lloran
cada lagrimón más grueso
que el cordón con que se ciñen
por sobre la jerga el cuerpo,
sentado la otra mañana  5
a la puerta de un convento
que antaño fue de los frailes,
y que ogaño es de los muertos;
lanzaba sus tristes quejas
al antifrailuno viento,  10
y su dolor derramaba
en estos informes metros.

   «Llanto infeliz, que solo
de dulce y lisonjero
tienes la fraila causa  15
por quien te estoy vertiendo;
llanto infeliz, que a fuerza
—599→
de humedecer mi seno,
ves cuan inútil eres
para volverme lego;  20
llanto infeliz, tu curso
para por un momento,
mientras escribo a la Junta
mis desdichados versos.
-pág. 472-
¡Lágrimas!, no borrarlos;  25
que, después de leerlos,
la Junta hará igual caso
que hace el gobierno de ellos,
y quedarán mis quejas
cual quedó mi convento.  30

   »¡Santo Patriarca mío!,
cuyo sagrado cuerpo
pareció el año veinte
en un lugar secreto,
ignorado hasta entonces  35
del mismo padre Febo421;
cadáver, que no hay duda
ser el tuyo; supuesto
que así nos lo aseguran
los que jamás supieron  40
si mientras tú viviste
fuiste bonito o feo;
—600→
cadáver, que el que diga
ser otro que tu cuerpo
deberá ser arriano,  45
o tal vez maniqueo,
o acaso calvinista,
o amigo de Lutero,
o cualquier otra cosa,
-pág. 473-
que el nombre es lo de menos  50
con tal que sea hereje
el que niegue el portento;
¡Santo Patriarca mío!,
si cuando tu alto celo
concibió y parió pronto  55
el sublime proyecto
de hacerte de más hijos
que Solimán primero,
con convidar tan solo
a algunos mal contentos  60
y muy desavenidos
con el primer precepto
que Dios impuso al hombre
en pena de su yerro,
condenando a sudores  65
al que quiera sustento:
si entonces, dulce padre,
hubieras un momento
pensado que algún día
era de haber un pueblo  70
del que arrojados fueran
tus hijos predilectos,
cual dañina langosta
del delicioso huerto;
—601→
en tal caso, mi Santo,  75
dime ¿qué hubieras hecho?
Sin duda que abandonas
de plano tu proyecto,
y sales predicando
-pág. 474-
por todo el universo  80
aquella maximita
que de nuestros abuelos
sin reforma ninguna
pasará a nuestros nietos:
El que quiere celeste  85
que le cueste. ¿Entendemos?».

   Aquí llegaba el Fraile
cuando del cementerio
una voz hueca y ronca
pronunció estos acentos:  90
«Retírate, y no turbes,
profano pordiosero,
la paz de los sepulcros
con sacrílegos ecos».
Entonces, azorado  95
el Fraile de mi cuento
(porque era, según dicen,
íntimo compañero
de aquel otro Agustino
que divisó el espectro  100
con la mitad de zorra,
con la mitad de cerdo),
salió echando demonios,
y no era para menos,
—602→
de un lugar en que hablaban  105
hasta los mismos huesos.
Al instante se supo
este raro portento:
-pág. 475-
algunos se admiraron,
otros mil se rieron,  110
y yo al momento dije:
Centinela tenemos.

UN CADETE

JUAN CRUZ VARELA

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