Las dos primaveras
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| Rubia y gallarda viene, mostrando en su carruaje | | | | la luz de mil colores y el sol de sus jazmines, | | | | como una blanca Venus de rústicos jardines | | | | a quien las flores todas le rinden vasallaje. | | |
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| La mansa maravilla del campo está en su traje, |
5 | | | y en su cantar de aurora la voz de los violines... | | | | Tiene los hombros griegos. España va en sus crines, | | | | Italia en sus pupilas, y el mundo en su homenaje. | | |
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| Tú eres así. Por eso mi potro de conquista | | | | llega a la escalinata del pastoral palacio |
10 | | | con la tristeza errante de mi dolor de artista... | | |
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| Y tras la primavera que a tu placer me arroja, | | | | con la altivez de siempre, te ofrezco su topacio | | | | como una mordedura de mi serpiente roja, | | |
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Carne florida
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| Puñal de oro, brillante y florentino, | | | | quisiera para hundírtelo en el seno, | | | | y ardiente de pasión, loco sin freno, | | | | tu sangre fuese mi licor más fino. | | |
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| Quisiera que tu cuerpo diamantino |
5 | | | se convirtiese en flor -nardo sereno- | | | | para aspirar su esencia o su veneno | | | | como postrer caricia del destino. | | |
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| Pintor quisiera ser, de tus perfiles, | | | | para verte, desnuda, en los marfiles |
10 | | | de algún blanco taller, carne florida; | | |
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| y allá en el mármol de tu busto amante, | | | | dejar mi nombre de laurel, triunfante | | | | ¡como un beso del Sol para la vida! | | |
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Los ojos de la esperanza
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| ¡Madre esperanza!... Gallardo bajel de amor y
ventura, | | | | lento cisne en los confines de un lago azul de quimera, | | | | que va esponjando en las aguas sus rosas de primavera | | | | desde el jardín de una gloria que en el oriente
perdura. | | |
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| Lleva luciendo al contorno de su gentil vestidura |
5 | | | la sugestión de una zambra soñadora y
volandera, | | | | donde encendiese el donaire, bajo el parral, placentera, | | | | la maja de Andalucía con su morisca dulzura. | | |
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| ¡Es la esperanza un navío! Deja que surque la
onda | | | | bajo el soplo perfumado de las marinas campañas, |
10 | | | como un pescador de perlas, cantando, rumbo a Golconda. | | |
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| Y abrirán en mis ensueños del amor los triunfos
vivos, | | | | para iluminar la seda joyante de tus pestañas | | | | ¡donde palpitan tus ojos como luceros cautivos! | | |
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En la sala de juego
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| Rodeada está la mesa de atentos jugadores, | | | | sobre el tapete oscuro la luz discreta baja; | | | | cien ojos ponen toda su vida en la baraja | | | | y ella es la loca suerte que brinda sus amores. | | |
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| Hay un silencio extraño. Los graves talladores |
5 | | | revuelven de su mazo la pintoresca faja; | | | | las manos dan posturas, el cerebro trabaja, | | | | y suenan las monedas y fichas de colores. | | |
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| Ya así, la muda reina, Fortuna la inconstante, | | | | girando se halla en torno de cada concurrente |
10 | | | como en torno a las luces la mariposa errante. | | |
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| Y entre monedas, fichas, baraja y suerte loca, | | | | el hombre allí clavado, cual bestia impenitente, | | | | ¡no sabe alzar al triunfo la voluntad de roca! | | |
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