|  Esta noche de otoño es glacial y nubosa; | | | | sólo el alma está en vela, y duerme cada cosa; | | |
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| todo es ya más antiguo que la vejez; el cielo | | | | aclaran blancos grumos como barbas de abuelo; | | |
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| las calles de las tumbas son agostados cauces |
5 | | | que arrastran por el polvo las hojas de los sauces; | | |
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| por las ramas en donde la luciérnaga otea, | | | | en escarcha menuda el sereno chorrea; | | |
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| el silencio camina y hace parada el ruido | | | | y un sentido se siente con amargo sentido; |
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| el ambiente es maligno: si lo aspira el que pasa, | | | | en sus pulmones filtra mezcla de hielo y brasa; | | |
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| por el temor y el frío, que se acercan sutiles, | | | | tiemblan, si se aventuran, las manos femeniles; | | |
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| la luna tiene miedo de salir al espacio |
15 | | | y la máscara asoma medio oculta y despacio, | | |
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| para, hacer más medroso el silbar de los pinos... | | | | ¡Cuánta tristeza invade los obscuros caminos! | | |
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| Tose el can a lo lejos como pecho con asma; | | | | la luna lleva puesto capuchón de fantasma; |
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| la tierra se estremece de pavor, y de angustia; | | | | es la inquietud, la pena, lo frágil que se mustia. | | |
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| ¡Ah!... ¿Podrá ser que noche que tanto mal
predice, | | | | con el alba no acierte y negra se eternice? | | |
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Habana, noviembre 2 de 1907.