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Es el caso, por citar una obra, de La raíz errante de Natalicio González, Asunción, Cuadernos Republicanos, 1991.
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El único intelectual paraguayo destacable de la época de Francia fue Juan Andrés Gelly, exiliado en Buenos Aires, donde se integró en la Generación del 37 con Juan Bautista Alberdi.
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En la mayor parte de trabajos críticos sobre la narrativa paraguaya decimonónica, se ha considerado como novela paraguaya Por una fortuna, una cruz de la escritora Marcelina Almeida, quizá debido a la exigüidad del número de creaciones. Se puede comprobar en el número 9 de La Aurora la relación fraternal entre la escritora y los redactores paraguayos de la revista. Después de realizar indagaciones, y a indicación del profesor Raúl Amaral, hemos contactado con críticos residentes en Uruguay, que nos han podido certificar que Almeida nació en este país, y viajaba a Asunción con frecuencia.
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Desconocemos aún quién se esconde bajo estas siglas, aunque podría ser un escritor español por el léxico empleado.
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Las revistas donde se incluyen estos relatos fueron El Centinela, Cabichuí y Cacique Lambaré.
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Las obras paraguayas publicadas en el último tercio de siglo que se conocen son: Zaida (1872) del entrerriano Francisco F. Fernández, narración romántica de tema amoroso y de carácter morisco, al estilo de Cristianos y moriscos del costumbrista español Serafín Estébanez Calderón; Viaje nocturno (1877) de Crisóstomo Centurión; Leyenda americana (1883) de Diógenes Decoud; Leyenda guaraní (1885) de José de la Cruz Ayala; Las últimas memorias de un loco; cuentos que parecen mentiras (1890) de Z. Albornoz y Montoya; y Yatebó y otros relatos (1899) de Mariano M. Aguiar. La más destacable es la de Ayala, conocido con el pseudónimo de Alón, porque inaugura la narrativa más determinante desde entonces en la evolución de las letras nacionales: la costumbrista. El resto son vertientes cultivadas circunstancialmente. Se aprecia que es un pobre inventario de narrativa romántica-costumbrista que contrasta con el de los países vecinos, lo que viene a confirmar el anacronismo y la debilidad temática de la que parte la narrativa paraguaya del siglo XX.
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Federico García, ferviente admirador del creacionismo de Vicente Huidobro, es autor de la novela inédita, posiblemente inacabada, Trepadora, de la que se sabe que es posterior a 1913. Se llegó a publicar un fragmento en el diario El Liberal. Eloy Fariña Núñez escribió una novela de la que sólo se conoce el título: Rodopia.
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Hugo Rodríguez Alcalá: «La narrativa paraguaya desde comienzos del siglo XX». Asunción, Intercontinental Editora, 1990, págs. 81-106.
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Augusto Roa Bastos: Hijo de Hombre. Madrid, Alfaguara, 1977, 2.ª reimpresión revisada y aumentada de octubre de 1985, pág. 15. La consideración de Barrett aparece en su prólogo de El dolor paraguayo, Caracas, Ayacucho, 1978, pág. 9.
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Rubén Bareiro Saguier: «La cultura paraguaya de los años 20 y su proyección actual». París, Río de la Plata. Culturas, v. 4-6 (1987), págs. 65-75.