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61

Romero, op. cit., p. 54.

 

62

Lynch, op. cit., p. 54.

 

63

V. Bouilly, El interregno de los lomonegros, 1830-1835, Buenos Aires, 1974, p. 119.

 

64

Al otro sector del viejo partido, a los federalistas ortodoxos, se los conoció como federales cismáticos. No aceptaron la híbrida fórmula del federalismo rosista y se pasaron a la oposición. También se los llamó doctrinarios, constitucionalistas, libres, independientes, lomonegros, ultradecembristas y anarquistas. A los partidarios del federalismo rosista se los denominó: netos, absolutistas, apostólicos y lomocolorados. A. de Brossard, Rosas visto por un diplomático francés, Buenos Aires, 1962, p. 65.

 

65

«Su casa parecía un comité de arrabal; negros y mulatos, gauchos y orilleros, matones de avería, entraban y salían mezclados con militares y señores de casaca, a quienes se les señalaba como federales de categoría. En los amplios patios la clientela plebeya que aguardaba turno, recibía órdenes y se desparramaba por la ciudad. Las negras y chinas charlatanas, que traían y llevaban chismes y recados, arrebujadas en sus mantos de bayetón punzó, esperaban la pitanza apestando la casa con el humo hediondo de sus cachimbos. En la calle, frente al portal, hacinábase como en pulpería dominguera los caballos aperados de los visitantes. Ella, que ya era saludada por los fanáticos como la "heroína de la Federación", mantenía el entusiasmo de las huestes apostólicas, las animaba en su oposición violenta al gobierno de Balcarce y daba la palabra definitiva para la acción». C. Ibarguren, op. cit., p. 177.

 

66

Ibid., p. 239.

 

67

Ibid., p. 242.

 

68

Ibid., p. 255.

 

69

Dispuesto a ganarse el apoyo del clero estableció como principio de su gobierno «Defensa de la Iglesia católica, extinción de la impiedad y revisión de las inconsultas reformas de Rivadavia». La respuesta de las autoridades eclesiásticas fue positiva. El Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Medrano, hacía circular una pastoral en su diócesis en la que declaraba «Uniformidad de la Justicia y de la Doctrina... Nada más justo que el clero conforme sus opiniones con las del superior gobierno; cualquiera divergencia en esta parte podría ser ruinosa al Estado... No se olviden de rezar por los dos -padresnuestros- que tiene ordenado el gobierno por las almas de Quiroga y Dorrego». M. V. Lazcano, Las sociedades secretas, políticas y masónicas en Buenos Aires, II, Buenos Aires, pp. 245-46.

 

70

Sarmiento, Facundo, p. 130.