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101

Lynch, op. cit., p. 201.

 

102

R. Orgaz, Sociología argentina, Córdoba, 1950, p. 105.

 

103

«Desde ese momento vivieron en Montevideo dos bandos argentinos inconciliables. Los "viejos" eran unitarios que habían actuado en tiempos de Rivadavia y perseguían una resurrección de su régimen político, contando para ello, en primer término, con proyectos revolucionarios que giraban en torno a Lavalle. Si alguna orientación filosófica flotaba entre ellos, aunque un poco se advertía, era una mezcla de enciclopedismo y de ideología condillaquiana. Los jóvenes no obstante coincidir con ellos en la actitud antirrosista, ponían particular empeño en subrayar su propósito de no confundirse con los rivadavistas envejecidos, a los que consideraban como teóricos fracasados». J. Ingenieros, La evolución de las ideas argentinas, II, Buenos Aires, 1961, p. 263.

 

104

Halperín, «Prólogo», p. XII.

 

105

«En los años heroicos la pluma se utilizó para combatir, para golpear o iniciar la pelea. Llegó a ser tan mortífera como la moharra del lancero. Los Varela, Echeverría, Alberdi, Sarmiento, no daban tregua ni la pedían: brulote, sátira, acusación, apóstrofe, diatriba lisa y llana, todo prodigaron y todo aguantaron. En esa esgrima portentosa se fue estructurando la literatura argentina, escrita al tambor, en la madrugada subrepticia o entre el relampagueo de los cañones». F. R. Alonso, Las revistas literarias argentinas, Buenos Aires, 1939, p. 14.

 

106

Carta de Luis Calle a Diego Portales. En R. Font Ezcurra, La unidad nacional, Buenos Aires, 1939, pp. 242-48.

 

107

«Para un país que aún vivía de la colocación de sus productos en el exterior y la compra de manufacturas -y de harina- en el extranjero, un bloqueo era tremendamente ruinoso. Se perjudicaban los estancieros que no podrían embarcar sus cueros, crines, astas y carne salada; los saladeros y fábricas de aceite debieron cerrar o disminuir su trabajo y quedaron desocupados la mayoría de los obreros». Rosa, IV, op. cit., p. 309.

 

108

«Los estancieros del sur son los grandes perjudicados por el bloqueo. Los gauchos también, por la consiguiente disminución de trabajo. Por este motivo puramente materialista -no poder vender sus productos- los estancieros se levantaron contra Rosas». Gálvez, op. cit., p. 363.

«Los hacendados del sur tenían también quejas como productores. Habían sufrido una forma de discriminación a manos de los saladeristas de Buenos Aires, un grupo poderoso cercanamente identificado con el Régimen de Rosas». Lynch, op. cit., p. 206.

«Aunque no tan grave como en Buenos Aires, la incidencia del bloqueo se hizo sentir en el interior. Las provincias litorales vieron interrumpirse su tráfico fluvial con la capital, y en Santa Fe y Entre Ríos no pudo embarcarse leña con ese destino, ni Paraguay y Corrientes pudieron llevar por el Río -sino con precauciones- su yerba y alcoholes». Rosa, IV, op. cit., p. 310.

 

109

Para Font Ezcurra, Rosas es el gran paladín del nacionalismo argentino cuyos logros nacionalistas se condensan en: «una sola forma de gobierno; un solo gobernante; gobierno fuerte; potencia amalgamadora de los elementos dispersos; sumisión de los caudillos; Pacto del litoral, formación de la unidad territorial y política. Fundación de la Confederación Argentina». Font Ezcurra, op. cit.

En la misma línea se expresan otros muchos autores: «un coro unánime de admiración hacia Rosas entona nuestra América». Gálvez, op. cit., p. 506.

«Desde las aulas de la escuela primaria los argentinos se instruyen bajo la enseñanza tendenciosa y patriotera. Francia e Inglaterra bloquearon el Río de la Plata, asaltaron y cañonearon sus costas, asesinaron a los hombres libres que defendían su tierra y sin embargo, eran los paladines esforzados de la libertad y la democracia». G. A. Terrera, Rosas y su obra, Buenos Aires, 1972, p. 21.

San Martín escribió a Rosas desde su residencia en Grand Bourg ofreciendo sus servicios al gobierno porteño. «He visto por los papeles públicos de ésta, el bloqueo que el gobierno francés ha establecido contra nuestro país; ignoro los resultados de esta medida; si son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano; pero en mis circunstancias y la de que no se fuese a creer que me supongo un hombre necesario, hacen, por un exceso de delicadeza que usted sabrá valorar, que espere sus órdenes; tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a la patria honradamente, en cualquier clase que se me destine». Carta de San Martín a Rosas el 5 de agosto de 1839. En Font Ezcurra, San Martín y Rosas. Su correspondencia, Buenos Aires, 1940, p. 10.

 

110

Etchepareborda, Rosas, controvertida historiografía, Buenos Aires, 1972, pp. 88-9.