31
Véase María Jesús García Garrosa, La retórica de las lágrimas, Valladolid, Universidad, 1990, pp. 59 y ss.
32
Se advertirá de pasada cómo parecen compenetrarse íntimamente en Cienfuegos, como dos estratos de un mismo sistema ideológico de tipo, para la época, «progresista», una «retórica [yo diría más bien en este caso: estética] de las lágrimas» y las preocupaciones humanitarias, o en sentido más lato, político-sociales del por otra parte autor del poema En alabanza de un carpintero. Si me atrevo a citar tan profusamente este artículo del escritor, es porque me parece de gran interés para comprender en primer lugar la reacción «directa» o «epidérmica» suscitada por el Sancho Ortiz, naturalmente, pero también por la crítica literaria minuciosa, pormenorizada, lúcida, a que somete la refundición de Trigueros, y por la teoría que la subtiende; puede leerse buena parte de él en Menéndez y Pelayo.
Al entusiasmo de Cienfuegos ante el personaje de Estrella y el lance de la funesta peripecia parece que no correspondió totalmente la reacción de un tal «P. Z.», quien escribe en el Diario de Madrid de 15 de febrero de 1800 que no debió el refundidor haber hecho llevar «el cadáver de Bustos al quarto mismo de su hermana Estrella, porque esto, y más en situación de cogerla desprevenida, es ya demasiado trágico, es horrible, es inverosímil. Entre salvages sería natural esta escena; pero en los pueblos civilizados...»; a lo cual contesta un contradictor el día 22 que adónde quería que le llevasen sino a su misma casa, fuera de que dudar «que el matador debió llevarse a donde estaba el cadáver para ser interrogado es ignorar las fórmulas judiciales tan generalmente recibidas y apoyadas por las leyes», concluyendo que la tragedia de Trigueros «sino es la única, es a lo menos una de las mejores que se han presentado en nuestros Teatros». Tampoco se dejó arrastrar por la emoción Díez González, pues comenta lindamente que «los afectos de ánimo» de la noble sevillana «parece que son como los vientos del mes de Marzo por que se enfurecen y luego de repente y sin saber cómo ni quándo se sosiegan y calman serenísimamente». Por lo mismo, no estará de más advertir que a pesar de su notoria intransigencia fue capaz de escribir lo siguiente: «siendo nueba [la obra] es preciso que llame la curiosidad del público y despierte la crítica de los Expectadores y aún de los Papeles públicos, como lo hemos visto varias veces, sin que adviertan que es preciso tener indulgencia con los Ingenios para que no se desanimen».
33
«Hacia el romanticismo», ob. cit., p. 398.
34
Así se puntualiza al final de la ed. que poseo, de Salamanca, 1863.
35
Según su propio hijo, cit. por N. B. Adams, «Hartzenbusch's Sancho Ortiz de las Roelas», Studies in Philology, XXVIII, 1931, p. 319.
36
Advierte atinadamente Caldera (Il dramma romantico in Spagna, ob. cit., p. 44, n. 73), que esta réplica debe de inspirarse en la de Doña Mencía dirigida al infante D. Enrique, en la «escena» séptima de la jornada primera de El médico de su honra: «...pues soy para dama más / lo que para esposa menos» (vv. 305-306).
37
Art. cit., p. 324. Para más pormenores acerca de las modalidades de la refundición de Hartzenbusch, remito naturalmente al capítulo del citado libro de Caldera.
38
144-5; a la primera, ms., me refiero ya en la n. 22; las tres impresas llevan manuscrita, una la fecha de abril de 1827, y las otras dos la de 1834 (se dieron dos representaciones del Sancho Ortiz a finales de junio de aquel año); una de éstas no es la príncipe, sino la editada en Barcelona por Piferrer, s.f.; de las dos restantes mss., una no lleva fecha, y la otra sirvió primero para una representación poco después del estreno, y también más tarde, aproximadamente a mediados de la década de los años 1830, a juzgar por los pocos nombres de actores aún legibles comparados con los de las listas reproducidas en El corral de la Pacheca, de Ricardo Sepúlveda, Madrid, 1888, pp. 472 y ss. (las listas están incompletas en la Cartelera teatral madrileña de la primera mitad del siglo XIX, Cuadernos Bibliográficos, Madrid, CSIC, núms. 3 y 9; y, desgraciadamente, también la misma cartelera, como dejo apuntado en un trabajo de hace años).
39
Correo de los Teatros, domingo 7 de marzo de 1852.
40
Según el citado Diario de Avisos.