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Para la comprensión del concepto pro patria mori ha sido muy importante la lectura del libro de Kantorowicz, especialmente el apartado «Pro patria mori», pp. 232-72. Para el entendimiento del mártir cristiano véase Lacey Baldwin Smith.

 

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Lo mismo hicieron los historiadores franceses con Vercingetorix, los alemanes con Arminio, los ingleses con Boadicea o los holandeses con Civil; todos ellos héroes semimíticos que lucharon por la libertad de sus pueblos contra Roma. Pues, como señala Schulze, «las naciones se reconocen en una historia común, en una gloria común y en unos sacrificios comunes; debe añadirse que esta historia común corresponde por regla general a una realidad limitada, es generalmente más soñada y construida que real» (87). Para la evolución del concepto de nación véase el libro de Schulze, especialmente el capítulo segundo, «Naciones» (85-165).

 

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La importancia del lugar se manifiesta ya en los títulos: La destrucción de Numancia o Comedia del cerco de Numancia o La Numancia. Son oportunas las palabras de Ruiz Ramón sobre la información temática que podía ofrecer el título: «Lo escueto del título mismo, formado de un toponímico, como la Numancia de Cervantes, cuyo referente no era sólo un lugar geográfico, sino histórico, legendario y, en alguna medida, simbólico, emblemático de una colectividad, inclina a pensar que la representación no comenzaba en un vacío de información, y que su recepción estaba ya marcada desde el inicio por las connotaciones asociadas al título del drama, las cuales más bien tendían a ser negativas» (49).

Los temas de la muerte y el sacrificio son estudiados por Casalduero y Whitby respectivamente; mi artículo sigue la dirección abierta por ellos para interpretar ambos temas dentro del ideal pro patria mori.

 

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Esta unión de lugar y habitante fue certeramente observada por Valbuena Prat cuando dijo que «el 'fértil suelo' será oprimido, pero las llamas de un valor desesperado augurarán glorias impensadas para las tierras españolas. La fuerza de la Naturaleza se hermana con la profecía de tiempos mejores, como una rica cosecha presentida» (16). Juaristi señala la importancia que el regreso a una naturaleza sagrada ha tenido para el nacionalismo moderno, y dice: «¿Cómo llega un pueblo a ser eterno? Renunciando a ser una nación, renunciando a la historia; asimilándose a la naturaleza, que muere para resucitar siempre, en un ciclo estacional, y para volver a morir, y para volver a resucitar» (133).

 

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Para ver una comparación de las distintas opiniones de los críticos sobre el personaje de Escipión, consúltese el capítulo de «Numancia» en el libro de Zimic, 57. Véase también la introducción de Hermenegildo en su edición de la Numancia, pp. 9-39. Comparto la opinión de Zimic cuando afirma que para comprender la Numancia «ante todo, es crucial comprender que Cervantes no retrata a Escipión como individuo de admirables cualidades humanas, sino -a veces modificando sólo levemente los detalles de las fuentes utilizadas- como perfecto ejemplo de amoral, cuando no cínico e inmoral o, más bien, 'eccellente capitano' maquiavélico» (61).

 

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Debido al propósito de este estudio he destacado este error táctico de Escipión, menos comentado por la crítica que el error moral. Dice Lewis-Smith: «The error committed by Scipio is symptomatic of a lack of kind of moral inheritance which creates this perfect patriot [Bariato]: his hamartia implies that he himself does not have valor in the same, ideal, degree in which Nature has conferred it on the Numantians» (18).

 

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Yates también señala que durante el Renacimiento «national patriotism arises» (13). Maravall comenta sobre este sentimiento patriótico que: «se manifiesta en una doble consecuencia: primero, gusto por los productos primitivos de la historia de cada pueblo, viendo en ellos, no los datos de un estado de barbarie, sino la primitiva imagen del grupo a que se pertenece, esto es, una imagen de lo que a cada comunidad le es propio y, por tanto, algo en que coparticipa con cada uno de sus individuos; segundo, un interés por lo antiguo de cada país, es decir por su historia, de cuyo conocimiento, lo más depurado y extenso posible, depende el conocimiento de su estado presente y su honor y gloria entre los pueblos actuales» (Antiguos y modernos 400). Avalle-Arce, al referirse al contexto histórico y cultural de La Numancia, señala que «el nacionalismo español formado al socaire de la idea imperial, informa y explica por igual los versos de La Numancia, las doctrinas lingüísticas de Fernando de Herrera o el cambio en la denominación del idioma, de castellano a español» (275 n. 28). Nacionalismo mesiánico que Castilla desarrolla con fuerza durante el siglo XVI, y como apunta Américo Castro: «los anhelos y vaticinios imperialistas a comienzos del siglo XV fueron proyección del mesianismo hispano-judío, que se infiltra como importante ingrediente en el ánimo del pueblo hispánico» (22).

 

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Para comprender la importancia de la fecha en la historia y en la obra de Cervantes, cito estas palabras de Kamen: «En 1580, Felipe se hallaba en la cúspide de su poderío. El primer monarca en la historia que gobernaba sobre una península unida, realmente ahora podía llamarse rey de 'España'»; unas líneas después, señala que cuando Felipe II entra en Lisboa en 1581 un arco triunfal decía: «Ahora se cumplirán las profecías de los prudentes que vos seréis un solo Rey, un solo pastor en la tierra» (256). Sin duda, la profecía del Duero estará dentro de las «prudentes». Este optimismo que provocó en algunos la unión de Portugal no significa que fuera compartido por todos los reinos y menos por los mismos portugueses.

 

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Schama señala que «it was not only through painting that the Catholic church exploited mountains as sacred spectacle. In a stroke of great audacity, theFranciscans actually managed to convert the mountains themselves into inspirational theater» (436), para enumerar los numerosos sacri monti que se crearonen Europa, entre ellos el Sacromonte en Granada. Véase para más información: Schama 436-46.

 

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Para las citas de la Numancia sigo la edición de Hermenegildo.

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