31
Américo Castro ya señaló la importancia de este adagio, titulado «Sileni Alcibiadis», para ver el contraste entre apariencia y realidad (87-88). (N. del A.)
32
El buen olor de Sancho lo conocemos desde el episodio de los cabreros en
la primera parte, cuando Sancho «se fue tras el olor que despedían de sí ciertos
tasajos de cabra que hirviendo al fuego en un caldero estaban»
(I, 9; 119). Allen
comenta la acción del escudero de esta manera: «Sancho, for his part, provides
on awakening (on the day of the wedding) one of the most damming revelations
of his propensity toward egocentric rationalization. ... But now a whiff of
Camacho's banquet is sufficient to make him change sides»
(138). (N. del A.)
33
Recordemos que durante la Edad Media la glotonería era el primer pecado
porque representaba el deseo de la carne. Peter Brown señala que para «[the
Desert Fathers] it was widely believed, in Egypt as elsewhere, that the first sin of
Adam and Eve had been not a sexual act, but rather one of ravenous greed. It
was their lust for physical food that had led them to disobey God's command
not to eat the fruit of the Tree of Knowledge. ... In this view of the Fall, greed
and, in a famine-ridden world, greed's blatant social overtones -avarice and
dominance- quite overshadowed sexuality»
(220). (N. del A.)
34
La cita de San Lucas comienza así: «Había un hombre rico que vestía de
púrpura y lino y celebraba cada día espléndidos banquetes. Un pobre, de nombre
Lázaro, estaba echado en su portal, cubierto de úlceras y deseaba hartarse de
lo que caía de la mesa del rico, hasta los perros venían a lamerle las úlceras»
(16.19-31). (N. del A.)
35
Opinión muy distinta tiene Kathleen Bulgin, para quien «what is impressive about the wedding banquet is not so much its quantity of food, but rather
its force as a metaphor for order in life and in art: every sort of cheerful industry
and ingenuity, has been brought to bear upon this spectacle»
(57), para señalar
unas líneas después que «it is undeniably a striking argument in favor of plenitude,
of the proper husbanding of wealth and natural resources and therefore of
Camacho himself»
(57). Y así concluye: «As for Camacho, his love is unselfish,
and his wealth, far from corrupting him, becomes the expression of his virtues»
(63). (N. del A.)
36
Márquez Villanueva señala que «Cervantes no va tras ninguna moraleja
disfrazada de gigantismo: la abundancia de su banquete se define como sanamente
apetitosa sin otra finalidad ulterior»
, y unas líneas después añade que
«Cervantes, por último, rehúsa pintar el cuadro de la glotonería colectiva»
(293).
En efecto, es verdad que Cervantes «rehúsa» pero lo hace porque el núcleo del
episodio es la representación de la riqueza para que sea contemplada. Respecto
a la falta de moraleja, más adelante iré aclarando este punto. (N. del A.)
37
Massimo Montanari señala que «los rituales de las clases altas reflejan
ante todo la oposición elemental entre dominadores y dominados (incluso, por
así decirlo, con fines propiciatorios). Tanto el consumo de alimentos como el
marco convival en el que éste se inserta son, ante todo, un instrumento para
expresar y manifestar poder»
(94). Después comenta una crónica que narra un
banquete de bodas celebrado en Bolonia en 1487, donde se sirvieron platos muy
semejantes a los presentados por Camacho, como «cochinillos asados enteros»
o
«un castillo lleno de conejos»
, etc. Todos estos platos se paseaban por la plaza
antes de llegar a la mesa para que el pueblo viera «tamaña magnificencia»
. El
invitado tenía que «admirar (lo mismo que el pueblo) la abundancia y calidad de
la comida, tenía que maravillarse por la fantasía en la presentación y la escenografía,
como si estuviera en el teatro. La nueva consigna era mostrar»
(95-96). (N. del A.)
38
El inteligente personaje de la novela de José Saramago, Carlos Algor, nota
la subida de los valores de cambio «impuesta por la argucia del productor a un
comprador al que le fueron retirando poco a poco, sutilmente, las defensas
interiores que resultaban de la conciencia de su propia personalidad, esas que
antes, si es que alguna vez existió un antes intacto, le proporcionaron, aunque
fuera precariamente, una cierta posibilidad de resistencia y autodominio»
(310).
Doy esta cita porque en la visión del mundo actual que nos ofrece La caverna,
percibo muchos puntos de contacto con el mundo de Camacho «el rico». (N. del A.)
39
Covarrubias da el siguiente significado para chapa: «es la hoja o lámina de
metal, oro, plata, hierro, cobre»
. El Diccionario de autoridades dice que chapado/a
significa: «cubierto, o guarnecido de chapas, o para su seguridad, y firmeza, o
para su adorno»
. Para nosotros los adornos -corales, sortijas de azabache, anillos
de oro, perlas blancas- la convierten en «una chapada moza»
y el valor
monetario de «cada uno debe de valer un ojo de la cara»
la asemejan a los bancos
de Flandes; lo que vemos en Quiteria es dinero. También Sancho caracteriza
a Aldonza Lorenzo como «moza de chapa»
(I, 25; 283), con el sentido de mujer
de buenas cualidades y fuerte para el trabajo. (N. del A.)
40
Es interesante la distinción que Eric Hobsbawm señala entre los ricos de
ahora y los del pasado: «The really new feature of the distinction created by
wealth is that the assets that define them today must be esoteric and exclusive.
Only the rich know where they go on holiday, because they are the only people
there. Yet one of the traditional bases of social hierarchy was that generally it
could be seen, recognized, and appreciated by everyone. In this sense, wealth
today gives less satisfaction»
(134). (N. del A.)