Alma de mis oriolanos:
¡digo!... oriolanos de mi alma.
A vosotros me dirijo
desde esta carta «arrimada»,
que escribo, teniendo por
mesa el lomo de una cabra,
en la milagrosa huerta
mientras cuido la manada,
tras saludaros lo mismo
que hacen todos en las cartas.
Y me dirijo a vosotros
para... para... para... para...
(¡Ay! Perdonadme un momento.
Voy a echarle una pedrada
a la «Luná», que se ha ido
artera a un bancal de habas
y el huertano dueño de ellas
me está gritando desgracias.
Bien. Ya la espanté) Prosigo:
¿Os decía?... ¡Ah, sí, sí...! ¡Calla!
Que me dirijo a vosotros...
(¡Rediós! ¡Otra vez la cabra
y el huertano que me grita!
Maldita sea la estampa
del animal que no quiere
que diga lo que empezaba.
¡«Luná»!... Ya escapó) Sigamos.
Y me dirijo así, para
deciros que pienso hacer
con poesías de las dadas
a luz de las que están
sin ver la luz para nada
-que son bastantes-, un libro.
¡Un libro, un libro! ¿Os extraña?
Pues que no os extrañe. Un ¡libro!
Un bello libro que vaya
ilustrado por Penagos,
por Bartolazzi o Pedraza
y prologado por... ¡vamos!...
por el primero que salga.
¿Qué me decís?... ¿Que es locura?
¿Que veis muy mal que lo haga?
¿Que no puede ser? ¿Que es mucha
mi presunción y mi audacia?
¿Que me lo he creído...? ¡Cierto!
¡Me lo he creído! ¡Palabra!
Me he creído ser poeta
de estro tal que en nubes raya
y digno de contender
con Homero, con Petrarca,
con Virgilio, con Boscán,
con Dante y toda la escuadra
de clásicos que palpita
por ab-aeterno en las páginas...
-y a los que yo no conozco
mas que de oídas... y gracias.
Me he creído que en mi mente
bullen imágenes claras
cual nuestro azul. -¡Vaya símil!
Me he creído, que, de mi alma
la nube lechosa y pura,
-¡vaya fulgor de metáfora!-
puede dar continua lluvia,
de versos de urdimbre mágica.
Me he creído... (Perdonadme,
que otra vez está en las habas
la «Luná» de mis pecados
y ahora no grita, no: rabia
el huertano. ¡«Luná»! ¡Toma!
¡Para que otra vez no vayas!)
Os repito: me he creído
que ¡vamos!, que tengo pasta
de poeta. Que yo puedo
subir muy alto... sin alas.
Vosotros sabéis de sobra
lo que valgo. -¡Dios me valga!-
Vosotros habéis leído
los versos que en las preclaras
-adjetivo muy usado,
pero pasa ¿verdad?, pasa,
lo mismo que otros más viejos-
revistas de nuestra patria
chica, vengo publicando
con muchas y gruesas faltas
de prosodia y de sintaxis,
de ritmo y de consonancia,
en los que hay imitaciones
harto serviles y bajas,
reminiscencias y plagios
y hasta estrofitas copiadas.
Vosotros tras de leerlos
me habéis dicho: «Pastor, ¡vaya!
eres ya todo un poeta».
Y así, con toda mi alma
me lo he creído y con toda
ella, quiero imprimir para
la florida primavera,
cuando todo ríe y habla,
cuando todo sueña y trina,
cuando todo brilla y canta,
un libro que me dé ánimos
para seguir mi sonata
pastoril y me dé el gozo
de unos pétalos de fama.
Oriolanos mis paisanos:
-dos hemistiquios que hermanan-
al deciros en mi mal
compuesta y rimada carta,
que pienso tejer un libro
con mis rimas poco gayas
y poco... ¡bien! no es tan solo
para que ninguno yazga
ignorante. Es por... por... por...
(Aguardad que dé a la cabra,
que otra vez se fue al habado
bancal y el huertano rabia.
¡«Luná»! ¡«Luná»!... ¡Toma, perro!
¡Por volver a las andadas!)
Decía, que es por... por... por...
porque valdrá mucha plata
editar el libro... y yo
no puedo valerlo en nada.
¿Me entendéis?... Que yo me he dicho,
digo: Ah, si me ayudaran
los oriolanos, salvado,
salvado del todo estaba.
¿Me entendéis?... ¿No?... ¡Santo Dios!
Hablaré más a las claras.
Que os pido, ¡eso es!, que os pido
una peseta -no falsa-
un duro, ¡lo que queráis!
para poder ver mis ansias
satisfechas... ¿Me daréis
lo que si no me causara
vergüenza hasta de rodillas
os pidieran mis palabras...?
Confiando en que querréis
tener un artista -en mantas
o mantillas aún, y humilde
y modesto hasta Managua-,
se despide de vosotros
anticipándoos las gracias,
este pastor a quien viene
a soltar cuatro guantadas
un huertano porque están
en un sembrado sus cabras.