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Basta recordar la apostilla clásica de Maurice Molho (125): «ya se sabe cuál es el tema de Rinconete y Cortadillo, o, mejor dicho, que no lo hay: que no ocurre nada».

 

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La relación entre espacios y personajes puede verse en L. Pfandl (344), A. González de Amezúa (2:38), y más recientemente F. López Estrada (60), y véase n. siguiente.

 

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La índole dramática de la narración ya estaba implícita en el análisis de A. Castro (235-236), que habla de «figuras de retablo», y fue afirmada con rotundidad por J. Casalduero (110-112). Con posterioridad, D. Ynduráin (321-33) sistematizó el planteamiento. Véase también J. L. Varela y más recientemente F. J. Sánchez (111-112).

 

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De J. Casalduero (99-102) a F. López Estrada (67) se han contemplado en los dos personajes principales meras funciones narrativas 'necesarias' para observar el universo de Monipodio, y conciencia literaria de Cervantes (tal como R. El Saffar 30-31). Véanse las observaciones de S. Zimic (102).

 

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Observa J. Rodríguez Luis (1:242) que el hecho de que Ginés de Pasamonte esté escribiendo su novela picaresca antes de arrepentirse y a medida que la vive es una «situación esta última que podría aplicarse a Rinconete y Cortadillo».

 

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Podemos comparar los paralelismos aducidos con otros de pareja importancia. Por ejemplo, la proximidad entre la definición de poesía que se nos da en La gitanilla y la que enuncia don Quijote en la casa de Caballero del Verde Gabán (véase, por ejemplo, J. B. Avalle-Arce 1:106).

 

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Michel Foucault, en su Hermenéutica del sujeto -aunque no habla explícitamente del doble-, reflexiona sobre la necesidad del otro para que exista un reencuentro del individuo consigo mismo: «El otro como mediador:- La relación con uno mismo aparece sin embargo como el objetivo de la práctica sobre uno mismo. Este objetivo es el blanco último de la vida, pero también es al mismo tiempo una rara forma de existencia. Objetivo último de la vida para todos los hombres, pero forma rara de existencia solamente para algunos -nos encontramos aquí con la casilla vacía de esa gran categoría transhistórica que es la salvación-. El problema previo es la relación con el pensable en la práctica de uno mismo para que la forma que define esta práctica alcance efectivamente su objeto, es decir, el yo. Para que la práctica de uno mismo dé en el blanco constituido por ese uno mismo que se pretende alcanzar resulta indispensable el otro. Tal es la fórmula general» (57).

 

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Y más adelante don Quijote se excusa de rechazar tan «venturosa ocasión» y se refiere a «sus más escondidos pensamientos» como exclusivamente habitados por Dulcinea y el deseo de ella: «aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra, fuera imposible. Y más, que se añade a esta imposibilidad otra mayor, que es la prometida fe que tengo dada a la sin par Dulcinea del Toboso, única señora de mis más escondidos pensamientos; que si esto no hubiera de por medio, no fuera yo tan sandio caballero que dejara pasar en blanco la venturosa ocasión en que vuestra gran bondad me ha puesto» (I, 16, 204).

 

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En Deceit, Desire, and the Novel: Self and Other in Literary Structure.

 

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Aludo a una conocida anécdota histórica: durante la invasión napoleónica, las tropas francesas avanzaban hacia el sur, saqueando las poblaciones que encontraban a su paso; al llegar a El Toboso, el general Dupont ordenó que se respetara completamente la villa, ya que no quería ser recordado como el hombre que destruyó la patria de Dulcinea.